En 1989 se estrenaba Field of Dreams, una película protagonizada por Kevin Costner y el eterno James Earl Jones.
Costner interpreta a Ray Kinsella, un granjero de Iowa, quién un día, escucha una voz susurrándole: “Si lo construyes, vendrá”, al tiempo que tiene una visión de un campo de béisbol en mitad de su maizal.
Ray convence a su mujer para hacerlo, y poniendo a su familia en una situación financiera arriesgada, decide arar parte de su cosecha para construirlo.
El cuñado de Ray, preocupado por la situación económica de la familia, y probablemente, también por su salud mental, le ofrece comprar la granja para evitar que el banco ejecute la hipoteca.
Durante la discusión, el personaje interpretado por James Earl Jones, pronuncia este discurso:
Ray. La gente vendrá, Ray.
Vendrán a Iowa por razones que ni siquiera pueden comprender. Se presentarán en tu entrada, sin saber con certeza por qué lo están haciendo. Llegarán a tu puerta tan inocentes como niños, añorando el pasado.
“Adelante, echen un vistazo.” Dirás. “Sólo son 20$ por persona”. Te darán el dinero sin siquiera pensarlo. Porque dinero tienen, pero les falta paz.
¿Qué tienen en común un granjero de Iowa y un emprendedor?
No voy a destripar la película.
El argumento me sirve para ilustrar uno de los mayores peligros al que se enfrentan emprendedores y empresas de todos los tamaños en su día a día: la creencia de que si construyes algo bueno es suficiente para que la gente venga.
Historias de Hollywood aparte, la realidad es que la gente no vendrá.
Puedes crear el mejor producto del universo, pero si no has pensado cómo llevarlo hasta tu público, si no has pensado en su distribución, si no has pensado en cómo venderlo, la realidad es que habrás construido un campo de béisbol en un maizal en la mitad de Iowa.
Los ingenieros somos especialmente susceptibles de caer en esta trampa. Construir nos resulta cómodo. Innovar, probar nuevas tecnologías es divertido. O, por lo menos, es muchísimo más agradable que salir a la calle, entrevistar a usuarios, y validar si realmente tienen algún problema que podamos solucionar.
Es por precisamente por eso, por nuestra inclinación natural a hacerlo, que debemos evitar construir a toda costa. Al menos, sin antes haber validado:
Que existe un problema real a resolver.
Que hay gente dispuesta a pagar por ello.
Que vamos a ser capaces de llegar a ellos.
Si cualquiera de estas tres condiciones no se cumple, da absolutamente igual lo espectacular que sea tu producto y los años y cientos de miles de euros que hayas invertido.
El banco se quedará tu granja. Tu mujer te dejará.
Grábate a fuego esta frase antes de iniciar tu próximo proyecto:
“La gente no vendrá.”
Y sólo entonces, si de verdad quieres construirlo hipotecando tus próximos años, piensa cómo conseguirás que venga antes de tirar una sóla línea de código.
Gracias por este artículo Simón. Estoy de acuerdo, y yo añadiría lo siguiente: Haz un cartel del campo de beisbol, y cuando hayas convencido a suficiente gente y hayan pagado, contrúyelo.
Esto no una hipótesis, yo lo he visto y lo he vivido en primera persona. Y yo diría que también es el principio de inversiones semilla y de ángeles inversores.
Gracias de nuevo por tu artículo, siempre un gusto leerte :)