Sólo el pueblo salvará al pueblo
Inundaciones en Valencia: Una crónica personal del desastre, la inoperancia política y la solidaridad ciudadana frente a la tragedia.
Me siento hoy ante el ordenador sin saber muy bien qué diré. Apenas a 5km de mi piso en Valencia se vive una tragedia.
El martes, una inundación acababa con la vida de más de 200 personas. No hay una cifra oficial de desaparecidos, pero se rumorea que pueden ser cerca de 2000. Las imágenes son dantescas, así que no me sorprendería.
Escribir sobre cualquier otra cosa que no sea este desastre me parece una banalidad. Pero tampoco sé si la rabia me permitirá crear algo que valga la pena enviar. Quizás no lo haga. No lo sé.
Se abandonó a la ciudadanía a su suerte
El impacto de esta situación está siendo trágico porque a la mayor parte de la población le sorprendió haciendo vida totalmente normal.
Desde hacía unos días veníamos escuchando que se acercaba una DANA, nuevo nombre para un fenómeno meteorológico recurrente en la zona de Valencia que siempre se ha conocido como gota fría.
La gota fría concentra una gran cantidad de lluvia en un breve periodo de tiempo, por lo que suele generar pequeñas inundaciones y, en los peores casos, fallecimientos de personas que se encontraban cerca de algún barranco (cauces secos que sólo llevan agua cuando se dan fuertes lluvias).
Como fenómeno recurrente que es, los valencianos estamos relativamente acostumbrados. Yo mismo, pudiendo haberme quedado en casa a trabajar en remoto, decidí ir a la oficina como cualquier otro día pese a que AEMET había elevado el nivel de alerta a rojo en la provincia.
Dio la casualidad de que en Valencia ciudad y alrededores no llovía. La lluvia, descubrimos después, se estaba dando al oeste, en las montañas. Toda esa lluvia fue la que después causaría las terribles inundaciones que hemos visto en las televisiones y redes.
Es cierto que durante el día la información se estaba sirviendo casi a tiempo real en redes vía AEMET, la Confederación Hidrográfica del Júcar, y hasta el propio centro de coordinación de emergencias de la Generalitat. Ahora bien, la gente de a pie no está suscrita a esos servicios, ni tiene por qué saber medir la gravedad de sus apreciaciones. Que un río baje a 1000m/s le puede decir mucho a un experto, pero bastante poco a mí, personalmente.
Un buen ejemplo de que la ciudadanía no era consciente de la situación, lo encontramos en la desaparición de varios empresarios valencianos, ya entrados en años, y por lo tanto con experiencia en estos fenómenos, que quedaron a comer ese día en plena zona cero.
Recapitulando, a mediodía la situación era la siguiente:
Una población haciendo vida normal ajena a lo que sucedía en la cabecera de los ríos
Una situación perfectamente monitorizada por los servicios responsables de ello
A esas horas, algunos ayuntamientos y entidades empezaron a tomar medidas como suspender las clases o enviar a sus propios trabajadores a casa. Sin embargo, nadie avisó al grueso de la población de lo que estaba por venir.
La inundación sorprendió a la gente totalmente desprevenida. Sin apenas haber llovido en sus zonas, nadie esperaba lo que llegó desde el oeste. No es casualidad que la mayor parte de cuerpos estén apareciendo en vehículos y garajes. La población esperaba lluvia y viento, pero se encontró la muerte en forma de riada.
Sobre las ocho y veinte de la tarde, los móviles de todos los valencianos sonaban al unísono. La Generalitat Valenciana enviaba un aviso de emergencia por el sistema de protección civil estatal avisando del peligro. Para entonces, ya llevábamos un tiempo en las redes sociales viendo coches arrastrados por el agua y personas grabándose desde las copas de los árboles pidiendo auxilio.
Y muchos valencianos nos preguntamos en ese momento, ¿por qué no han enviado este mensaje antes? Se me llevan los demonios cuando pienso que tenían esa capacidad y no la utilizaron hasta que fue demasiado tarde.
El día después de la catástrofe
Como si la inundación no fuera suficiente, los afectados han sufrido una doble condena: una tremenda inoperancia por parte de quién debería estar gestionando la situación. Mi impresión, aún hoy, cinco días después de la tragedia, es que no hay nadie al volante.
La Generalitat, que tiene las competencias, ha reaccionado tarde, mal, y con una absoluta falta de liderazgo. Por su parte, el Gobierno Central, de distinto signo político, ha permanecido absolutamente pasivo a la espera de que la autonomía fuera quién le invitara a participar, pese a que era evidente que la situación estaba fuera de control.
Ayer sábado, cinco días después de la tragedia, el alcalde de Aldaia, una población de más de 30000 habitantes, aparecía en televisión pidiendo ayuda.
¿Cómo puede un alcalde, cinco días después de la catástrofe, tener que estar pidiendo ayuda en televisión? Es indigno de un país que se quiere considerar primer mundo. Y Aldaia es sólo uno de los municipios afectados.
Me resulta imposible no pensar que los políticos parecen más preocupados por construir su propio relato que por las víctimas y los afectados. Me resulta imposible no pensar que, si ambos gobiernos hubieran sido del mismo signo, se hubieran podido salvar muchas más vidas.
El cansancio de la sociedad
El viernes, uno de los tuits que publiqué, en el que expresaba mi frustración, se viralizó.
No estoy seguro siquiera que me guste el trasfondo de lo que expresé, ya que se puede entender como que necesitamos menos estado, y no soy de esa opinión. Necesitamos un estado que funcione mejor, y sobre todo, necesitamos mejores políticos.
Sin embargo, viendo el alcance del tuit y los comentarios que ha generado, me queda claro que la gente empieza a estar muy cansada de cómo funciona el sistema. Y eso puede resultar muy peligroso.
La tremebunda actuación política está generando un gran sentimiento de rechazo y antipolítica. No creo que el presidente de la Generalitat se atreva a pisar un municipio afectado sin un gran dispositivo policial de escolta. La crispación, totalmente justificada, es palpable.
El pueblo salvará al pueblo
El jueves, unos voluntarios que volvían de ayudar a limpiar las casas y calles de uno de los municipios afectados colgaban este cartel en un puente:
La única nota positiva de toda esta desgracia ha sido ver precisamente a la sociedad civil organizarse para ayudar a los afectados. Mientras los políticos perdían el tiempo construyendo su relato, decenas de miles de voluntarios, principalmente jóvenes, partían a las zonas afectadas cargados de provisiones, medicinas y utensilios de limpieza.
Resulta esperanzador ver que cuando las instituciones fallan, el pueblo rápidamente emerge para ocupar su lugar. Donde las fuerzas de seguridad no han sido capaces de llegar por la inacción política, ha habido un grupo de personas que, armadas únicamente con su buena voluntad, sí lo han hecho.
A todos los voluntarios, tan sólo daros millones de gracias.
Esto no puede volver a pasar
Parte de la lenta y torpísima gestión del desastre se debe a que los sistemas de respuesta no escalan cuando suceden eventos que ocurren una o dos veces por siglo. Por ello, la prevención es vital.
Prevenir consiste en anticipar qué puede pasar y estar preparado para ello. Por ejemplo, sabiendo que la zona era inundable, es criminal que la población no tuviera la formación mínima sobre cómo reaccionar en caso de desbordamiento de los barrancos. Los coches y garajes han sido una trampa mortal precisamente por esto.
También es criminal la descoordinación entre los distintos gobiernos implicados en una emergencia de este calibre. La descentralización tiene sus ventajas, pero una de ellas no es la capacidad de reacción. No puede ser que ante una situación como la que se ha dado, sea cada ayuntamiento el que tenga que decidir qué hacer según la información que le llegue y cómo la interprete. Es necesario que, cuando haya vidas en riesgo, haya una clara cadena de mando liderada por personal con experiencia.
Punto aparte merecen gobierno autonómico y central. El esperpento y la sensación de que ambos están haciendo lo posible para no mancharse de fango está siendo enorme. Aquí tenemos un problema de delimitación de competencias clarísimo. De hecho, resulta aún más evidente con la sorprendente buena actuación de Óscar Puente, ministro de Transportes, quien, al poseer las competencias plenas y no tener a quien delegar la responsabilidad, está haciendo una labor ejemplar de liderazgo y comunicación.
Me duele decirlo, pero también es criminal el nivel de nuestros políticos. Internamente, creo que la mayor parte de nosotros tenemos la sensación de que no son los mejores. Simplemente han sido los más avispados medrando en el partido, lo cual no te capacita para liderar una crisis como la que, tristemente, estamos presenciando. No sé cómo solucionar esto, pero algo hay que hacer para garantizar que nos gobiernan los mejores, y no los más chalados.
Por último, es vital que no nos olvidemos de esta tragedia. De poco servirá si no establecemos los sistemas que prevendrán las siguientes, y sobre todo, es vital que los protejamos de los políticos. De nada sirve tener un departamento de emergencias o un servicio meteorológico de primer nivel si los terminan dirigiendo personas escogidas a dedo por el partido de turno.
El director del servicio de emergencias de la Comunidad Valenciana estaba de comida el mismo martes que ocurrió el desastre. Es algo que espero que haga un político, pero es algo que seguro que un buen profesional no haría con una alerta roja de AEMET sobre la mesa.
Esa comida, como toda la gestión posterior, probablemente haya costado vidas. Para que no se repita, no debemos olvidarlo.
Espero que esta vez la memoria no falle a la hora de depositar los votos en las urnas. Pero mucho me temo, como dices en el texto, que nada va a cambiar.
Lamentablente hace tiempo que la gente preparada y válida se aleja de la política, porque ahí los méritos no valen, solo los contactos y favores.
Antes de nada, gracias por escribir un post de la forma más objetiva posible de lo ocurrido.
No hay más que darse un paseo por las redes, para ver versiones distintas de quién tiene la culpa de todo esto y quién ha sido más o menos negligente (más información que nunca, pero más complicado informarse que nunca).
Mucho ánimo a ti y a tu tierra y que todo vuelva a la normalidad cuanto antes. Aunque desgraciadamente mucho habrán dejado seres queridos en el camino y eso es irrecuperable.